lunes, 31 de octubre de 2016

#5 El cajón (Spanish Version)

Thomas regresó cansado a su casa: el trabajo lo había dejado exhausto. No hacía más de una semana que se había reincorporado a su puesto y parecía que llevaba siglos sin trabajar, aunque en cierto modo era verdad. Después de hablar con su antiguo jefe, había sido readmitido en su antigua empresa en la misma posición que cuando desapareció. La gran mayoría de sus antiguos compañeros habían cambiado de aires y los que quedaban habían sido ascendidos y ahora ocupaban puestos de mayor responsabilidad que el suyo. Ahora tenía 6 años más pero la misma experiencia que antes. Es por ello que algunas veces terminaba frustrado, pero al menos estaba contento de poder recuperar una cosa que solía hacer antes de una forma relativamente normal. Se decía a si mismo que el trabajo mantendría su mente ocupada.

Desde entonces había vuelto a casa de sus padres aunque no descartaba en un futuro volver a vivir solo. Pero por el momento decidió ahorrar un poco de dinero antes de dar el paso. Debía reconstruir su vida desde cero, ahora bien: ¿de verdad estaba preparado?

La conversación con su amigo Mathieu le había dejado anonadado. Todo había pasado demasiado rápido para él y en ningún momento se había parado a pensar lo que Chloé había sufrido con su pérdida. Era algo que a partir de ahora le atormentaba incesantemente. Durante el último mes se había dicho a si mismo que ella era una traidora que lo había dejado en la estacada. Pensaba que lo había traicionado completamente yéndose con otro y a decir verdad; era él quien la había traicionado. Sabía que no tenía razón y le costaba aceptarlo. Por eso, dudaba en refugiarse en cualquier cosa que mantuviera su mente ocupada.

Dejó su bolsa en la habitación y observó una foto que había colgada en la pared. En ella salía él con sus amigos. No la había visto antes y supuso que su madre la había impreso para hacerle más llevadera la vuelta. Poco a poco había vuelto a ver a todos ellos: Adriano, Marc, Albert y Grégoire eran sus mejores compañeros junto a Mathieu y por supuesto se había alegrado de volverlos a ver. Hacía unos días que se habían reunido para tomar una cerveza como normalmente hacían. 

Poco a poco, cada uno le había ido explicando lo que había sido de sus vidas durante el tiempo que había estado fuera. Thomas aprendió que Marc se había casado con su novia de toda la vida. Albert ahora vivía en la costa este de los Estados Unidos ya que se había mudado allí por el trabajo y estaba saliendo con una chica americana. Grégoire, por otro lado, había dejado la empresa donde trabajaba y había montado una Start-Up especializada en el comercio por Internet y parecía que no le había ido nada mal. Finalmente, Adriano, que siempre había sido el conquistador del grupo, vivía en Madrid junto con su novia.

– ¿Sabéis? Os tengo que dar una buena noticia: ¡Taylor está embarazada! – Comentó aquel día Albert.
– ¡Enhorabuena! ¡Vamos a tener a otro padre en el grupo! – Le felicitó Mathieu.
– No lo quería decir hasta que no estuviéramos seguros pero ahora ya os lo puedo confirmar–. Albert estaba resplandeciente. – Me alego de haber podido venir esta semana y decíroslo en persona. La verdad es que este mes todo son buenas noticias.
– ¿Tienes alguna idea de cómo lo vais a llamar? – Preguntó Marc. Thomas se fijó en la alianza que llevaba en la mano y una pregunta le empezó a rondar por la cabeza.
– Tanto si es niño como si es niña, Taylor y yo ya lo hemos decidido. Pero no lo diremos hasta que nazca.
– Pero un momento Albert–. Le interrumpió Thomas.  ¿Vas a tener un hijo y no estás casado?
– Pero claro que está casado –. Intervino Adriano. – ¿Menuda fiesta nos pegamos en la costa oeste el año pasado eh? ¡Fuimos a las Vegas y todo!
– Ah, perdona Thomas. Que todavía no te lo hemos contado todo. Taylor y yo nos casamos el año pasado en junio. Pero igualmente tienes que venir a vernos a Nueva York y así la conoces. ¡Estás más que invitado!

Thomas se dio cuenta que no sabía ni siquiera quién era la tal Taylor ya que no la había visto nunca.

– Bueno chicos, me parece que yo me tengo que ir ya. Mañana tengo una reunión con un socio inversor que quiere entrar en la empresa y debo discutir con él los términos–. Añadió Grégoire mientras se levantaba y cogía su abrigo para irse.
– ¿Enserio? Me alegro mucho, parece que la cosa funciona –. Le felicitó Marc.

Todos se levantaron y empezaron a felicitar a Grégoire. Todos salvo Thomas, él se quedó sentado en la mesa. Se sentía completamente desplazado y varias veces se limitó a escuchar, a asentir o a seguir al grupo. No sabía qué decir ya que en la mayoría de los casos hablaban de cosas que él no había vivido. Se había perdido las bodas de Mathieu, Marc y Albert. Grégoire empezaba a despuntar como empresario cuando ambos habían empezado a trabajar a la vez. Y Adriano, que cada día estaba con una chica diferente, ahora vivía en otro país junto con una novia estable.

Sus amigos habían evolucionado y sin embargo, el seguía siendo el mismo chico que hacía 6 años. Estaba completamente fuera de sus vidas y sabía que le llevaría tiempo comprender y adaptarse a la nueva situación. Mientras que ellos tenían sus vidas encarriladas, el intentaba recomponer los pedazos rotos de la suya...

Su nuevo móvil vibró en su bolsillo y despegó los ojos de la pared. Seguramente sería su madre avisándole de que llegaría tarde. Sin embargo el mensaje era de un número desconocido.

Hola Thomas. Me alegra saber que estás bien. Perdona si soy tan directa pero me gustaría que nos viésemos un día. Ha pasado mucho tiempo y creo que a los dos nos vendría bien hablar cara a cara. Espero que tu vuelta esté yendo bien. Escríbeme y dime cuando estás disponible. 

Chloé

Thomas levantó la vista y se miró al espejo de su habitación. Por primera vez en un mes sonreía. Quizás sí que sería capaz juntar todas las piezas y rehacer su vida.

***

– ¿Olivier, me puedes decir qué ese objeto que siempre llevas contigo y que tanto te miras?

Olivier se giró y la besó en los labios. Ambos estaban completamente desnudos y una leve brisa entraba por la ventada. Empezaba a pensar que pasaban demasiado tiempo juntos últimamente. Casi siempre estaban en su casa y la gran mayoría de las veces acababan sin ropa.

Aun así, no lo importaba. Es más, le estaba empezando a gustar.

Claire lo miraba con sus intensos ojos azules mientras él se volvía a tumbar. Su cabello rubio envolvió su cara y ella se acercó para besarle. Unos instantes después se separaron.

– ¿Dices ese objeto plateado con botones?
– Sí, ese mismo. Me extraña mucho ya que siempre lo miras pero no consigo entender qué es.
– Fue un regalo de un antiguo amigo. Es una especie de reloj que marca un día y la hora.
– ¿Ah sí? Tiene una forma un poco rara... Es una lástima que la pantalla se haya roto.
– No te preocupes, la arreglaré.

Ella se subió encima de él y le empezó a besar. Él se dejó llevar. Con Claire todo parecía más fácil: le encantaba besarla, tocarla y que ella le respondiera. Se estaba empezando a enamorar seriamente de aquella chica pero apenas le importaba. Sabía que era la chica con la que quería estar.

Hicieron el amor dos veces más y al final acabaron extenuados. Claire se quedó dormida mientras Olivier acariciaba su pelo dorado. Al cabo de un rato se levantó, cogió el pequeño objeto, se vistió y fue hacia la ventada. Desde su casa se podía contemplar todo París: la torre Eiffel empezaba a billar y la montaña de Montmartre quedaba iluminada a su derecha. Sacó un cigarrillo y lo encendió. La nicotina hizo su efecto y Olivier expiró el humo relajado. Contempló aquel pequeño objeto que tenía entre las manos. Sabía perfectamente que no era un reloj y para qué servía. Cerró los ojos y recordó la primera vez que lo vio en aquella caja de madera, en aquél momento no se imaginaba lo que podía llegar a hacer pero no tardó mucho en descubrirlo.

– Olivier, mira lo que hay aquí en la pared. Parece una especie de cajón, se puede abrir y todo.
– Paul, nos acabamos de mudar a esta residencia en el último año del curso y ya estás abriendo la pared. Enserio no hay quien te entienda.

Paul extrajo el cajón de la pared. Tenía mucho polvo y acto seguido empezó a toser. Dentro del cajón había un extraño objeto plateado con dos pantallas y cuatro botones.

– Mira Olivier, algún tonto se ha dejado su antiguo reproductor MP3 en este cajón. Tuvo que ser hace 10 años más o menos porque ya nadie utiliza estas tonterías. Ten, haz lo que quieras tú con él, a mí no me interesa. Me voy a comprar: ¿Quieres que te traiga algo del supermercado?
– No, gracias. Tengo que ordenar un poco todo esto.
– Está bien como quieras.

Paul salió de la habitación y Olivier siguió ordenando sus libros en la estantería. Un destello le llamó la atención y se fijó en el cajón que había encima de su cama. Sin saber muy bien por qué, cogió aquel objeto y lo sostuvo entre sus manos. Era un poco raro para ser un antiguo reproductor MP3: no había ningún sitio por dónde conectar los auriculares y no parecía que tuviera una pila o algo que lo hiciera funcionar. Lo dejó encima de su mesa y volvió a colocar el cajón en su sitio. Intentó encajarlo pero no lo consiguió y el cajón cayó al suelo. Al recogerlo se dio cuenta que había un doble fondo con un papel dentro. La nota estaba escrita en un papel arrugado y parecía que había pasado varios años allí dentro por el polvo que la cubría.

A ti, el que ha descubierto mi gran secreto, te entrego este objeto infinito que te permitirá conocer tiempos y vivir situaciones que escaparán de la concepción de los demás. 
A ti te lego una parte de mí, de mi alma, de todas las situaciones que he vivido. Pero debo advertirte: este objeto está maldito, hagas lo que hagas el pasado volverá para consumirte como lo hizo conmigo. Por eso debo desprenderme de él: es hora de que viva mi propia vida sin estar atado a los lazos del destino. 
A ti te doy un último consejo para evitar la maldición: utilízalo sin intentar encontrar respuestas y escribe tu propia vida. No cometas mi error, no dejes que el pasado te atrape...

Estoy seguro que sabrás descubrir su funcionamiento por ti solo, y si alguna vez tienes algún problema con él, sigue a las luces. Ellas te guiarán hacia la respuesta final.


El prisionero.

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