Cuando Olivier llegó a casa no se dio cuenta de que ella
estaba allí. Entró bastante enfadado tirando sus cosas encima de la cama. No
debería haber ayudado a aquel chico. Ahora tenía un problema.
– Olivier, ¿estás bien? ¿Te ha pasado algo?
Dijiste que ibas a salir 5 minutos y parece que hayan pasado horas desde que
volviste.
Se giró y fue entonces cuando la vio. No se acordaba de que
ella se había quedado en su casa. Era normal, para ella habían pasado 10
minutos, pero para él mucho más...
- – ¡Ah! Hola guapa. ¿Me has echado de menos?
Ella lo miró fijamente con sus ojos azules. Le parecía un
completo idiota. Un completo idiota del cual estaba enamorada.
– De verdad, no te entiendo a veces... Me dices que
vuelves en 5 minutos. Llegas enfadado, ni me saludas y no me preguntas si te he
echado de menos. ¿Tú eres tonto?
Olivier, la escudriñó de arriba abajo y se dijo a si mismo
que debía ser más cauto. Decidió
seguirle la corriente y hacer como si no hubiera pasado nada.
– No, no lo soy, simplemente es que he ido rápido
a por una cosa.
– ¿Qué has ido a buscar?
– Esto... – Olivier sacó una rosa roja debajo de
su manga y se la ofreció. – ¡Feliz cumpleaños Claire!
Ella se quedó callada sin esperárlo. La había pillado
desprevenida. Poco a poco se acercó, cogió su rosa y la olfateó antes de
mirarlo a los ojos. Olivier le devolvió una sonrisa. Le empezaba a gustar
aquella chica: tenía un cabello dorado precioso junto con unos bonitos ojos
azules, estatura media y con un cuerpo que le encantaba demasiado.
– Serás tonto...
– ¿Ah, sí? He ido justo antes de medianoche para
buscarla. Si no te gusta, entonces devuélvemela...
– ¡No! Serás tonto, pero eres mi tonto.
Le agarró de la cintura, lo abrazó y le besó. Por la ventana
entraba una tenue luz que lo hacía todo un poco más mágico. Claire le fue
empujando hacia la cama hasta que cayó tumbado y se puso encima de él besándole
el cuello. Se volvía loco cuando Claire lo besaba de aquella manera. Quizás era
la chica que estaba esperando.
Claire continuó besándolo y él le respondió con más énfasis.
Un destello plateado de aquel objeto captó su atención. Sabía que tenía un
problema, pero también estaba convencido que lo arreglaría y saldría adelante.
Se olvidó de todo y se entregó a Claire por completo...
Sin embargo, el pequeño objeto de seguía reluciendo encima
de su escritorio. Disponía de 4 botones
y de dos pantallas, una de las cuales estaba tan resquebrajada, que era
imposible leer la fecha que había en ellas...
***
Thomas estaba sentado mirando el río Sena cerca de la
estatua de la Libertad. La torre Eiffel se veía a lo lejos tan imponente como
siempre. Hacía buen día y a pesar de estar en pleno otoño no hacía mucho frío.
La gente salía con sus familias o amigos a disfrutar del sol.
– Thomas, te lo he repetido muchísimas veces, pero,
¿seguro que no recuerdas nada de estos últimos 6 años?
Thomas oía a su madre pero no la escuchaba. Hacía ya varias
semanas de aquella fatídica noche cuando había regresado a casa de sus padres.
Después del shock inicial y del impacto que supuso en ellos, le fueron
explicando lo que había pasado en los 6 años que habían transcurrido desde su
desaparición...
Desde aquel 21 de noviembre de 2010, no se había vuelto a
saber nada de Thomas. Al no presentarse en el trabajo y no responder a las
llamadas de su novia y amigos, sus padres decidieron poner una denuncia de
desaparición para que la policía se pusiera a investigar. Después de varias
semanas, descubrieron que Thomas había estado presente en la zona del accidente
del camión en el canal Saint-Martin. Encontraron su móvil en el fondo del canal
y numerosos testigos lo reconocieron y lo identificaron como el chico que había
defendido a otro en una pelea. Sin embargo, después del incidente nadie
recordaba verlo. Tampoco se había encontrado algún cuerpo y no había habido víctimas
del accidente. Literalmente, Thomas se esfumó aquél 21 de noviembre y nadie más
supo de él hasta 6 años después que había vuelto a aparecer delante de la casa
de su ex-novia.
– No... Mamá ya te he explicado mil veces que no
consigo recordar nada de todo lo que ha pasado en este tiempo...
Era incapaz de expresar cómo se sentía. Había tratado de
explicar a su madre que para él no había pasado el tiempo, que había estado con
Chloé aquella noche y en el incidente del canal no había pasado absolutamente nada, que el
camión no se había estrellado contra el agua... Pero era imposible, las pruebas lo confirmaban.
Realmente habían pasado 6 años: el accidente tuvo lugar en
aquella fecha (él mismo lo había buscado en Internet), y además todo había
cambiado. La sociedad había avanzado. No se usaban los mismos móviles que en el
2010, la canciones que sonaban por la radio no eran las mismas et incluso sus
padres parecían más mayores. El tiempo había pasado para todo el
mundo salvo para él.
Quería llorar pero no tenía lágrimas, sentía un vacío en su
interior demasiado poderoso como para poder emitir cualquier clase de
sentimiento. Se había convertido en una persona plana. La tristeza se apoderaba de él cuando
pensaba en que había abandonado a su novia, amigos y familia durante 6 largos
años y por algún motivo no sabía ni que había hecho, ni por qué lo había hecho... ¿Tenía
amnesia? Ni él mismo lo sabía...
– ¿Sabes? Creo que te vendría bien hablar con
Chloé...
Chloé, con solo oír aquel nombre se le helaba la sangre y quedaba
completamente paralizado. No se atrevía a volver a su casa: Chloé estaba con
otro chico y lo debía aceptar a pesar de que aquello lo consumiera de pena. Su
madre se dio cuenta de su error e intentó rectificar.
– Thomas, no has querido ver a nadie desde que
volviste. Estas como ido, entiendo que viviste una experiencia traumática.
¡Todos la vivimos! Pero debes ser fuerte y salir adelante. Con el tiempo sabrás
que te pasó y recuperaras tus recuerdos.
Thomas miró a su madre: sus ojos verdes resplandecían al
verlo y su cabello plateado brillaba a la luz del día. Se la veía contenta otra
vez al tenerlo en casa: hacía 6 años le habían arrebatado a su hijo, ahora se
lo habían devuelto.
– Tienes razón mamá... Pero es este sentimiento de
impotencia al no poderme acordar de nada lo que me está matando...
– Creo que deberías ir a ver a tu amigo Mathieu,
él te podrá ayudar... Seguro que te quiere volver a ver después de todo aquél
tiempo.
– De acuerdo... lo iré a ver esta tarde. Quizás él
me puede ayudar...
Mathieu y él habían sido inseparables desde que habían sido
unos críos. Habían crecido juntos y habían estudiado la misma cosa. Eran como
uña y carne, y nunca se separaban. Se lo habían contado siempre todo el uno al otro
y no tenían secretos entre ellos. Quizás Thomas le había contado algo después
de desaparecer y le había hecho prometer que no lo explicara a nadie... Tenía que ir a verlo.
Su madre le dio la dirección ya que al parecer se había
mudado de casa hacía algún tiempo. Thomas se presentó allí y llamó a su puerta.
Mientras que esperaba que abriese, miró a su alrededor. Su amigo se había
mudado a una bonita casa cerca de la Porte d'Auteil al lado de las pistas de
Roland Garros. Debían haber cambiado mucho las cosas en aquellos 6 años.
Recordaba a Camille, la novia de su amigo vivía por aquella zona... ¿Se
habría ido a vivir con ella como lo pensaba hacer él con Chloé? El hecho de
pensarlo le sentó como una bofetada en la cara mientras que un mal interior crecía en
él...
Por fin la puerta se abrió y allí estaba su amigo. Mathieu se había cortado el pelo y una calvicie
incipiente empezaba asomarle. También tenía algunas arrugas más y no era
físicamente aquel chaval que conocía. No le dijo nada y directamente lo abrazó.
Cuando Thomas se separó, Mathieu estaba llorando...
– Thomas... Tu madre me lo dijo, pero necesitaba
verlo con mis propios ojos. No podía creer que hubieras vuelto.
– Lo siento Mathieu, es todo lo que puedo
decirte... Ni yo mismo recuerdo...
– No pasa nada, no tienes que darme ninguna explicación. Te conozco demasiado para no saber que hay un verdadero motivo detrás para hacer lo que hiciste–. Thomas lo miró incrédulo, quizás sí que su amigo sabía algo más. –Pero entra no te quedes ahí. Dentro podremos hablar con más tranquilidad.
Por un momento, Thomas se sintió tranquilo, quizás con un
poco de esfuerzo podría volver y retomar su vida. Todavía recordaba los buenos
momentos que habían pasado juntos. Pero notaba algo extraño en el ambiente...
– Oye, Mathieu. ¿Cómo es que vives ahora aquí?
Recordaba que Camille vivía por esta zona, pero esta casa, no sé es mucho...
Algo topó en la pierna de Thomas. Miró hacia abajo y vio un
niño de unos dos años con unos ojos azules brillantes que le agarraba el
pantalón. Apenas se podía poner en pie y hablar pero le miraba como si le
conociera de algo.
– Mathieu, ¿quién es este niño? ¿Es otro hijo de
tu tío que te ha pedido que le cuides?
Mathieu rio, se acercó al niño y lo cogió en sus brazos.
– No Thomas, esta vez no es de mi tío. La familia
creció y nos vivimos a vivir aquí.
Thomas lo seguía mirando con cara de incredulidad.
– ¿Y entonces quién es?
– ¿Es que todavía no te has dado cuenta?
– Pues no, no estoy para muchas bromas ahora...
–Es mi hijo Thomas...
Thomas palideció, no entendía que su mejor amigo tuviera un
niño cuando hacía dos semanas habían estado bebiendo juntos... El pequeño se
dio cuenta y agarró un mechón de su pelo.
– Se llama Thomas... Se lo pusimos en tu honor...
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