sábado, 1 de octubre de 2016

#2 Puertas (Spanish version)


Cuando pudo recobrar la conciencia se dio cuenta que había perdido algo pero no sabía el qué. Le había ido de poco, pero en el último momento, había podido activar aquél objeto y regresar a tiempo llevándose consigo al otro chico. Quizás le había hecho una putada; pero era aquello o dejarlo a su suerte. Le agradecía que lo hubiera defendido, sin embargo, en ningún momento, le había pedido que le ayudara. Él tenía controlada la situación en todo momento, o al menos eso creía...
Parecía que el chico empezaba a reaccionar y sería mejor contarle algo. Por suerte ya había previsto algo parecido. Miró a su alrededor: efectivamente allí estaba. Muy predecible todo.
– ¿Te encuentras bien chico? Te has resbalado y has caído.

A Thomas le costó abrir los ojos. Le dolía la cabeza y tenía un enorme morado en la frente. Se la debía haber golpeado contra el asfalto cuando el otro chico le había tirado al suelo. No recordaba demasiado de lo que había pasado, pero estaba muy nervioso y cubierto de un sudor frío. Poco a poco fue recuperando varios de sus recuerdos: una película en el cine, una cena en su restaurante favorito, una copa de vino, Chloé aproximándose, un abrazo...
A pesar de ello, había algo que su mente había encerrado completamente. No conseguía recodar el qué.
– Chico, ¿te encuentras bien? ¿Me oyes bien?

Thomas le oía, pero en la distancia. Había algo que no le cuadraba. Miró a la cara a la persona que le llamaba y entonces se acordó de él, de un camión aproximándose, de una luz cegadora...
–¡Me alegro que estés bien! Vamos te ayudaré a incorporarte.

Thomas se recostó en el chico y se incorporó. Por fin se atrevió a articular una frase.
– Pero... ¿Y el camión? ¡El camión blanco que se nos echaba encima! ¡¿Dónde está?!
Cálmate chico, no ha pasado nada al final. Pudo frenar a tiempo y estamos bien.
Parecía que nos iba a atropellar, estaba encima de nosotros...
No te preocupes. ¿Ves? Está allí aparcado, al fondo de la calle. Llegó a frenar antes de que nos pudiera hacer daño y el conductor lo dejó allí aparcado. Me comentó que le habían fallado los frenos y que lo dejaba allí mientras que él llamaba a la grúa.

Thomas oteó el camión en la distancia. Le parecía ligeramente diferente a como lo recordaba. Sin embargo, la cabeza le dolía a rabiar y todavía tenía el susto en el cuerpo. Creyó haber imaginado que el camión se le había abalanzado encima y a decir verdad, no había ni pasado la acera, era todo simplemente un frenazo brusco. Había tenido suerte.

– Gracias por ayudarme. No me he podido presentar–. Le miró a la cara y vio en sus ojos marrones una expresión algo perdida, y le ofreció la mano. – Soy Thomas.
No, gracias a ti por lo de antes. Me llamo Olivier.
Encantado. Bueno, tengo que volver a casa ya. Es tarde... –Se quedó observando a su alrededor. Notaba algo raro.
Sí, yo también. ¿Pero estás bien? ¿Te pasa algo?
No... no es nada. Debe ser el golpe. No pasa nada. Espero que todo vaya bien en el futuro. ¡Adiós!
Adiós, Thomas. ¡Suerte!

Olivier se quedó mirando como desaparecía por la calle en dirección la plaza de la République. Ahora ya podría volver a su casa. Se palpó el bolsillo de su pantalón esperando encontrarlo, pero no había nada. Una gota de sudor le recorrió su frente. ¿Acaso lo había perdido? Aquel objeto era demasiado importante. Necesitaba localizarlo: no se podía ir sin él. Por suerte lo vio enseguida. Estaba allí en la esquina. Se tranquilizó y lo fue a recoger.
***
Thomas estaba llegando a su casa cuando se dio cuenta que su teléfono móvil había desaparecido. Seguramente se le había caído cuando defendió al chico ya que lo llevaba en la mano. Maldijo para sus adentros. Aunque luego recordó que tenía un seguro y que no era para tanto. Llegó a la puerta de su casa y sacó sus llaves pero no encajaban. Había algo raro en la cerradura. Con detenimiento las miró y vio que estaban ligeramente dobladas. “Genial” se dijo a sí mismo en modo irónico: primero perdía su móvil y ahora su llave estaba doblada y no podía abrir la puerta. La noche había sido espléndida pero las cosas se empezaban a torcer.
Pensó en qué debía hacer y decidió que lo mejor era ir a casa de Chloé ya que ella disponía de una copia. Además, a pesar de que su casa estaba algo alejada, podría pasar la noche con ella. Al fin y al cabo, y viendo el lado positivo, no todo tenía por qué ser malas noticias.
Chloé vivía justo delante de la Gare de Lyon no muy lejos del río Sena. A Thomas le encantaba aquella zona y es por eso que no tenía ningún reparo en quedarse a dormir todas las veces que podía en su casa. Todavía no era muy tarde y sabía que Chloé no iba a dormir pronto, por lo que de ese modo la podría sorprender. No esperaría verle en su casa media hora después de haberse despedido. Le gustaba sorprenderla y a menudo le hacía visitas inesperadas que sabía que le encantaban. Sin embargo, aquella noche todo iba a ser diferente.
Thomas subió las escaleras que llevaban al apartamento de Chloé en silencio, no sabía por qué pero estaba algo nervioso. Al fin y al cabo, había dado un paso importante con ella. A pesar de ello siempre sentía una especie de emoción interna cada vez que la veía. Ese sentimiento lo había tenido desde el primer día y lo seguía teniendo.
Llamó al timbre pero no abrió nadie. Seguro que estaba en el baño y no lo oía. Esperó varios minutos interminables y como no llevaba el móvil tampoco la podía llamar. Volvió a sonar el telefonillo varias veces. También picó a la puerta.
– ¡Chloé! ¡Ábreme! Soy yo, Thomas. He tenido un pequeño problema.

Por fin oyó movimiento en el interior. Tenía ganas de abrazarla en cuanto se abriera la puerta... Y se abrió.
Pero tan pronto como lo hizo, el mundo se le vino abajo.
Un chico en pijama con cara de cansancio apareció delante de él.

– ¿Tú quién eres? – Le espetó Thomas completamente incrédulo.
¿Y tú quién cojones eres y qué haces llamando a mi casa a estas horas?

Thomas no comprendía absolutamente nada. No era posible que Chloé le hubiera estado engañando.
– Chloé? –Balbuceó como pudo en estado de shock.
Sí, Chloé vive aquí. Ahora esfúmate y piérdete si no quieres que llame a la policía.

No entendía nada, su cabeza había explotado completamente y no era capaz de reaccionar. Alguien se acercaba a la puerta.
– Cariño, ¿quién está llamando a estas horas?
No sé, un tarado mental que dice conocerte. Dile tú que se largue ya que el muy imbécil sigue ahí parado.

Chloé se asomó por la puerta y miró a Thomas que estaba a punto de romper a llorar. A ella se le heló la sangre al verlo.
– ¿Thomas? No puede ser...

No aguantó más la presión y salió corriendo escaleras abajo. No entendía nada, no lo llegaba a concebir. Hacía apenas dos horas que se habían declarado amor eterno antes de ir a vivir juntos, aunque ahora ya daba todo igual. Chloé le estaba engañando con otro chico.
Deambuló por las calles oscuras de París llorando sin saber muy bien a dónde ir. Su vida se había hecho añicos por completo en dos horas. Se sentía traicionado, herido y humillado por su gran amor. No sabía que había hecho para merecer aquello, pero estaba claro que era un castigo excesivo. Decidió, en uno de sus pocos momentos de lucidez, ir a pasar la noche a casa de sus padres. Era lo único que podía hacer.
No supo cómo ni cuánto tiempo le llevó llegar hasta allí. Todavía llevaba junto a la llave de su casa la copia de la de sus padres y abrió con mucho pesar su puerta: en aquel momento no podía pensar.
– Mamá, estoy en casa... todo me da igual.

Su madre se levantó y fue a recibirle. En cuanto le vio, ella empezó a llorar.
– ¡Hijo, has vuelto por fin! Sabía que un día lo harías...
– Mamá, ¿me escuchas? ¡Todo se acabó con Chloé!

Su padre fue también a recibirle: estaba llorando de la emoción. Thomas empezaba a perder las fuerzas. Algo no era normal aquella noche.
– Thomas, siempre confié en ti. Sabía que volverías tarde o temprano...

Sus padres le abrazaron con fuerza y siguieron llorando. Él no aguantaba más, se iba a desmayar. Miró hacia la pared, buscando respuestas...  y en cierto modo las encontró. 
Un calendario estaba colgado bajo el reloj y marcaba una fecha:
1 de Octubre de 2016.

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