domingo, 23 de octubre de 2016

#4 Chloé (Spanish Version)

Thomas estaba sentado en la butaca de su amigo con una copa de vino rojo en la mano. De buen gusto hubiera aceptado una simple cerveza, pero su amigo le había insistido en que probara uno de sus mejores Bordeaux. De algún modo quería celebrar su regreso, a pesar de que, para Thomas, no había nada que festejar, más bien al contrario.

– Entonces, ¿vas a explicarme por fin lo que has estado haciendo estos últimos 6 años?

Thomas, miraba la copa entre sus manos. No sabía qué podía responder a su amigo que tuviera coherencia.

– ¿Si te dijese que para mí no ha pasado el tiempo me creerías?

Mathieu frunció el ceño y puso una expresión seria.

– Vamos no me jodas Thomas. Eso es completamente imposible. Debes intentar recordar qué has estado haciendo todo este tiempo… No puede ser que te desvanecieras en 2010 y hayas estado vagando en una especie de limbo todo este tiempo. Te tuvo que pasar algo aquel día...

Thomas calló. Le resultaba imposible expresarse bien y con claridad. El hijo de Mathieu jugaba con un coche delante de ellos en el suelo. Su padre parecía embobado al contemplarlo.

– No lo sé Mathieu, no consigo recordar nada. Es inútil, lo he intentado todo. No sé qué he podido estar haciendo todo este tiempo, ni mucho menos el por qué decidí marcharme. Yo no huí, yo no decidí desaparecer…
– Quizás deberías ir a ver un especialista o algo…

Thomas suspiró sabiendo que su amigo tenía razón. Había estado rechazando ir a un psicólogo cuando era obvio que lo necesitaba. Debía de aclarar lo que había sucedido aquella noche en 2010, pero cuando lo intentaba, su memoria bloqueaba el recuerdo y la tristeza le inundaba. Mathieu se dio cuenta y apoyó su brazo en el hombro de Thomas para reconfortarle,

– Debes ser fuerte Thomas. Confío en ti. Siempre lo he hecho, y estoy seguro que debe de haber algo detrás.
– No lo sé amigo… ¿Pero estás seguro que no te he contactado en todo este tiempo?
– No, ni a mí, ni a Marc, ni a Adriano, ni a Grégoire… Nadie del grupo de amigos volvió a saber de ti después de aquella noche. Ni siquiera Chloé sabía nada que pudiera…

Mathieu interrumpió la frase al ver a Thomas a punto de romper a llorar. Pronto se dio cuenta de que aún le quedaba mucho por sanar a la herida interna de su compañero.

– Lo siento… No debí nombrarla…

Thomas hizo un esfuerzo para no llorar y contenerse.

– No te preocupes… no es culpa tuya–. Thomas tomó aire: había llegado el momento de preguntarle por ella. – Sé que la he perdido para siempre y que no hay vuelta atrás ahora mismo. Pero necesito saber el motivo; necesito comprender qué me sucedió aquella noche en 2010 y qué he estado haciendo estos 6 años. Tiré mi vida a la basura en el momento en que tomé aquella decisión… ¡Y ni siquiera sé por qué lo hice!

Sin darse cuenta, Thomas se había puesto de pie y estaba gritando. La copa de vino yacía rota en el suelo y el pequeño Thomas gimoteaba de miedo asustado.

– Perdona Mathieu, he perdido los papeles y he hecho llorar al… – No sé hacía todavía a la idea de que su amigo tuviera un hijo que llevara su nombre. – Al pequeño Thomas.
– No te preocupes no es nada, ya te he dicho que estoy aquí para apoyarte.
– Mathieu, he estado huyendo de mis problemas estas últimas semanas. Pero para seguir avanzando, necesito saber qué pasó con Chloé después de que desapareciera. Sino, este sentimiento de mierda que me consume lo hará por completo…
– ¿Estás seguro? ¿Crees que es buena idea? No quería sacar el tema ya que no sabía cómo te lo podrías tomar…
– No es que esté seguro, pero no tengo elección
– Está bien, pero dime: ¿Sigues enamorado de ella?
– Como el primer día.
– Entonces, supongo que debes conocer la historia.

22 de Noviembre de 2010

Chloé había dormido bien aquella noche. Por fin Thomas se había decidido a dar el paso de pedirle que se fueran a vivir juntos. La verdad es que se moría de ganas, pero su orgullo le impedía habérselo propuesto ella. Thomas dudaba muchas veces de sí mismo y ella quería comprobar que si se lo pedía, lo hacía porque él quería y no porque fuese un deseo impuesto por ella. Pero le había echado valor y lo había hecho, aquél chico siempre la sorprendía y era por ello que siempre le había gustado.

Aquella mañana Chloé cogía un tren en la Gare de Lyon dirección al sur de Francia donde pasaría algunos días por trabajo. Antes de subir al TGV consultó su móvil y vio que Thomas no le había respondido en toda la noche. Le pareció un poco raro: a lo mejor se había quedado sin batería ya que él siempre le enviaba un mensaje al volver a casa, o se estaba simplemente haciendo un poco el duro. En cualquier caso le envió un mensaje deseándole buenos días. “Ya respondería.” Se olvidó del tema y subió al tren.

Tres días después Chloé descendía de la misma Gare de Lyon furiosa con el mundo: su compañero todavía no le había contestado y no entendía absolutamente nada. “¿Qué podría estar haciendo aquel pequeño imbécil?”. Al llegar a casa llamó a Camille, la novia de Mathieu, que era mejor amigo de Thomas.

– ¿Camille?
– ¡Ah, Hola Chloé! ¿Cómo estás?
– Bueno… He podido estar mejor...
– ¿Te ha pasado algo?
– Necesito hablar con Mathieu rápidamente. Es sobre Thomas: hace tres días que no coge mis llamadas. Me gustaría saber si ha hablado con Mathieu… tengo algo de miedo.
– Entiendo, está ahora mismo conmigo. Ahora te lo paso…

Chloé permaneció impaciente en el teléfono durante unos segundos. Mathieu respondió tan rápido como pudo.

– ¿Chloé? ¿Enserio que no sabes nada de Thomas?
– No y empiezo a estar muy preocupada. ¿Tú sabes algo? Dime que sí por favor…
– No, lo siento Chloé… Lo último que me dijo es que cenaba contigo y que te iba a decir algo importante.
– No sé qué más puedo hacer, sus padres tampoco saben nada.
– Dime dónde estás ahora mismo que voy con Camille para allí e iremos juntos a su casa.
– Date prisa Mathieu…

Mathieu fue con Camille a buscar a Chloé y juntos fueron al apartamento de Thomas, pero no encontraron a nadie. Estaba completamente desierto. Al cabo de dos días pusieron una denuncia de desaparición. A Thomas se lo había tragado el tiempo.

A partir de ese momento los días pasaban lentamente y sin noticias de él. Cada día llegaba del trabajo y pasaba las horas mirando su móvil, esperando un mensaje de Thomas que nunca llegaría. Tenía la esperanza inútil de que apareciese con un ramo de rosas pidiendo perdón en la puerta de su casa. Pero nunca lo hizo y Chloé sentía como que una parte suya había desaparecido con él: no salía, no se relacionaba con sus amigas, le costaba comer y sobretodo tenía pesadillas con Thomas pidiendo que lo salvara de una extraña criatura.

La investigación de su desaparición continuó avanzando pero lo único que pudo recuperar la policía fue su teléfono del fondo del canal Saint-Martin. Parecía que el canal lo había hecho desaparecer en su túnel subterráneo bajo el bulevar de Richard Lenoir. Empezó a maldecir a aquella zona y entró en un estado de letargo volviéndose una persona que actuaba de forma mecánica sin sentimientos.

Pasaron los meses y en noviembre de 2012, después de transcurrieran dos años de su desaparición, sus familiares decidieron organizar acto de reconocimiento con sus amigos más cercanos. No lo querían llamar funeral, pero cuando Chloé entró en el apartamento de sus padres se le revolvió el estómago al ver a todo el mundo vestido de negro. Luego se dio cuenta de que ella no sólo no iba vestida de negro sino que cualquier expresión de su cara había sido borrada.

– ¡Sé que no está muerto! ¡Sé que algún día volverá!

El padre de Thomas le gritaba a un familiar suyo cuando este último se acercó a darle el pésame mientras que su madre lloriqueaba en una esquina. Todos los amigos de Thomas estaban allí: Mathieu aguantaba como podía el llanto al lado de Camille. Adriano, otro de los amigos de Thomas, estaba completamente pálido y Albert, Marc y Grégoire estaban incómodos; no querían estar allí, de hecho nadie lo quería estar.

Chloé avanzó como un fantasma entre la multitud. Habían colocado una foto encima de una mesa. En ella salía Thomas cuando jugaba al rugby con sus compañeros en la universidad. Allí estaba él, en el centro, con su sonrisa despreocupada, su cabello marrón despeinado cogiendo del brazo a uno de sus compañeros. Sin darse cuenta, Chloé había cogido la foto y la contemplaba llorando en silencio. En ese momento se sintió observada por todo el mundo y deseó con todas sus fuerzas haber desaparecido junto a él.

– ¿Chloé, estás bien?

Era Camille que la llamaba. Pero Chloé no podía más, la situación la consumía. Salió corriendo de la casa llevando la foto en sus brazos. Sin saber cómo; llegó al puerto del Arsenal cerca de la plaza de la Bastille. Debajo de la estación del metro se encontraba el túnel subterráneo de entrada al canal. Bajó a los muelles y lo miró desafiante con los ojos empapados de lágrimas. El túnel se erguía imponente delante de ella, tan oscuro que parecía llegar incluso a absorber sus emociones. Echó un vistazo a la foto: Thomas le sonreía mientras empezaba a llover…

– ¿Por qué fuiste tan egoísta Thomas? ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? Han pasado dos años ya y ¿sabes qué? ¡Eres un puñetero mentiroso de mierda! Me lo prometiste, me dijiste que iríamos a vivir juntos. Que siempre estarías conmigo. ¿Y te vas justo después? ¿Qué hice para que me odiases? Te lo voy a decir: eres un cobarde de mierda que no supo dar la cara y un mentiroso. ¡Te odio y siempre te voy a odiar!

Chloé tiró la foto hacia el canal en dirección a la boca del túnel. Estaba diluviando pero se quedó contemplando como el marco se hundía en el agua.

– Hasta nunca Thomas…

El 2013 llegó y poco a poco se fue deshaciendo de todos los recuerdos y fotos que tenía junto a él hasta que solo le quedó una. En ella salían los dos en su primer año de la universidad. Era una foto que se había hecho en una de las primeras fiestas. En ella salían ambos sonrientes mientras que Thomas la agarra con su mano en el hombro. Él estaba radiante, siempre estaba contento en las fotos, a ella en cambio le estaba dando vergüenza. Giró la foto, en ella había escrita una dedicatoria:

“La primera de muchas Chloé: 1 de octubre de 2005.”

Dejó a un lado con nostalgia la foto, cogió su teléfono y llamó a una amiga suya.

-          ¿Diane? Lo he estado pensado y esta noche sí que salgo con vosotras, me vendrá bien.

Cuando colgó el teléfono cogió su foto con Thomas y se fue a su balcón. El Sena se veía a lo lejos resplandeciente y hacía un día excelente a pesar de que comenzaba a atardecer. Sacó el mechero que guardaba en su bolsillo y lo acercó a la foto. Dudó un instante pero acabó por prenderle fuego. Acto seguido la arrojó por el balcón. Contempló cómo la foto se iba reduciendo a cenizas que iban siendo esparcidas por el viento.


Había llegado el momento de recuperar el control de su vida.

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