martes, 4 de abril de 2017

#9 Amistad (Spanish Version)

Un niño estaba jugando en el parque mientras él lo contemplaba mirando por encima del diario que había comprado aquella mañana. Hacía un día soleado y estaba feliz de poder encontrarse allí, aquel niño tenía sus ojos: una mirada que se perdía en el infinito intentando buscar todos los detalles posibles. Sabía que había heredado su inteligencia y no tenía dudas de que llegaría lejos, de que podría alcanzar cualquier cosa que se propusiera. Sonrió. No tenía ningún motivo de qué preocuparse.

Llevaban ya allí algunas horas cuando por fin decidió que era el momento de partir. Guardó el diario en su bolsa y fue en dirección donde se encontraba el pequeño jugando absorto con su pelota. Apenas la podía patear y le costaba todavía tenerse en pie. A pesar de ello, cada vez que caía, se levantaba con ganas de seguir aprendiendo. Al poco de acercarse, el niño se le quedó mirando con sus ojos azules y su cabello castaño rizado tratando de averiguar hasta dónde llegaba su altura. Era hora de irse a casa.

Sin embargo, alguien llamó al pequeño.

–¡Martin, ven aquí! Nos tenemos que ir.

Una mujer se aproximó rápidamente y cogió al pequeño en brazos. Él no dejó de mirarle fijamente.

–¿Se puede saber qué estás mirando tan fijamente mi amor?

El niño alzó su pequeño brazo y con el dedo índice le apuntó directamente a él instigando a su madre a que hiciera lo mismo. Chloé dudó varios segundos, pero finalmente le hizo caso a su pequeño.

–¿Se puede saber qué buscas mi corazón? Allí delante no hay nadie. ¿O es que ves algo que yo no pueda ver?

Thomas intentó hablar, pero no le salían las palabras. Algo no iba bien. ¿Por qué su mujer y su hijo no lo reconocían? El pequeño bajó el brazo, pero siguió mirándole, desafiándolo.

–Vamos pequeño. Papá nos está esperando en el coche. Vámonos a casa.

Chloé se dio la vuelta y avanzó en dirección a un coche custodiado por un hombre. Nada más verlo, le dio un beso en los labios y el desconocido acarició al pequeño Martin. Los tres montaron en el vehículo y a pesar de alejarse, el pequeño no dejó de mirarle hasta que se perdieron en el horizonte.
Algo iba mal. ¿Por qué los dos amores de su vida se habían ido con un completo desconocido? No lo entendía. Quiso gritar y correr tras ellos, pero no pudo. El cielo fue tornándose cada vez más negro hasta que la oscuridad total le envolvió por completo.

***

Cuando abrió los ojos notó algo húmedo. Intentó levantarse como pudo: sus piernas no le respondían, la cabeza le estaba a punto de estallar y sentía náuseas. Poco a poco fue incorporándose con la ayuda de la pared mientras intentaba respirar. Al mirar el suelo, notó que hacía poco que había llovido y que había pasado unos minutos inconsciente. Una náusea brotó de su estómago y vomitó todo el líquido llevaba dentro. Cuando acabó, tenía los ojos llorosos y la cabeza le rodaba costándole mantenerse en pie. En aquel momento recordó la combinación de alcoholes que había tomado y entendió por lo que estaba pasando.

Intentó mirar a su alrededor y no vio a nadie. La oscuridad de la noche lo había absorbido todo y ni un alma deambulaba por la calle. Concluyó que debían ser altas horas de la madrugada y prosiguió el trayecto hasta su casa. Lo había vuelto a hacer.

Se palpó los bolsillos y para su fortuna encontró todas sus pertenencias. Poco a poco empezó a reconocer las calles y se dio cuenta que su apartamento no estaba demasiado lejos. Se podría decir que había tenido mucha suerte. Sin embargo, el pómulo derecho le ardía y al palparlo notó que tenía una magulladura que se estaba empezando a hinchar. Supuso que se había golpeado al caer al suelo. Finalmente, decidió forzar su maltrecha memoria y empezó a recordar fragmentos de la noche como si de un rompecabezas se tratase.

***

No era la primera noche que se iba a emborrachar. De hecho, cada vez lo hacía más a menudo. Normalmente, la gente bebe para olvidar, sin embargo, él sabía perfectamente que lo hacía para perderse en un mundo que no le pertenecía. De alguna manera se transformaba y se introducía en un lugar que él había diseñado en su memoria y que la vida le había arrebatado. La idea de renunciar a él no la contemplaba y es por eso que Thomas se dedicaba a beber durante cualquier ocasión que se le presentase.

Su amigo Grégoire le había llamado aquella tarde de sábado para invitarle a una fiesta que realizaba en su apartamento junto a su novia. Le había insistido que vendrían varios amigos más y que no estarían solos. Thomas sabía que se preocupaba por él y aunque no le apetecía demasiado, por un momento pensó que le podía ir bien para intentarse despejar.

Sin embargo, cuando abrió la puerta supo al momento que quizás no había sido una buena idea. Su amigo lo recibió afectuosamente y lo invitó a pasar al comedor donde ya habían llegado algunos invitados que habían ya empezado a picotear la comida que había sobre la mesa central. El ambiente era distendido y en otra época Thomas había disfrutado enérgicamente.

–¡Qué bien que hayas podido venir Thomas! Grégoire siempre habla a menudo de ti. Ya era hora de que nos fuésemos conociendo.
–Sí, la verdad es que ya iba siendo hora de que viniera…

Aurore, la novia de Grégoire, era algo bajita, pero tenía una cara sonriente que transmitía calidez. Se notaba que estaba haciendo todo lo posible para hacerle sentir mejor. Poco a poco fueron llegando más invitados y el resto de sus amigos. A Thomas le fueron presentando el resto de la gente sin saber muy bien qué decir. Notaba que todos sabían perfectamente quién era, sin embargo, ninguno osaba preguntarle nada por miedo de meter la pata.

Al cabo de un rato Grégoire le trajo un vaso de vino y lo invitó a beber con él.

–Entiéndeles, supongo que les da corte hablar contigo debido a que no quiere hacerte sentir mal.

 Thomas recordó que antes de desaparecer Grégoire estaba con otra chica y que la gran mayoría de sus amigos eran de otra manera. Echó una mirada nostálgica a la gente de la fiesta. Casi todos estaban en pareja hablando de sus trabajos, de sus hijos o de cómo iban a pasar las vacaciones en familia.

–Sí supongo que tienes razón, pero no sé muy bien qué decir.
–Venga, ya verás como esto se anima en un rato.

Thomas, estaba desplazado, en otra época hubiera estado sentado allí junto a Chloé, quizás contando cómo hubiera sido su pequeño. Miró fijamente su vaso de vino.

–Tienes razón, habrá que darle una oportunidad…

***

No sabía que había pasado, pero ya había tenido suficiente. No soportaba estar ni un minuto más allí, en aquella fiesta. Tenía los sentidos anulados y no calibraba bien sus palabras. Miró a la chica que tenía delante y que estaba besando a un chico que acababa de entrar por la puerta. No recordaba cómo se llamaba, pero sabía que había pasado parte de la noche hablando con ella de su vida. Sabía que ella se había mostrado muy interesada al inicio por su historia e incluso llegó a pensar que quizás podría haber alguien más allá de sus sentimientos. Aunque muy a su pesar, se había vuelto a equivocar: una vez más.

–Me voy a casa– le comentó a Grégoire.
–¿Cómo? Pero si esto aún no se ha terminado.
–Ya he tenido suficiente de esta mentira de porquería. Me largo de aquí.

Cogió su abrigo y salió por la puerta dando un portazo y sin decir nada a nadie. Bajó las escaleras a tropezones y en el último escalón cayó de bruces contra el suelo. Se levantó como pudo y llegó a la calle. Por alguna razón no caminaba bien, pero no le dolía nada aunque un par de lágrimas le nublaban la vista.

–¡Thomas, espera! –Grégoire había bajado las escaleras a toda prisa para seguirle. –Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué te has ido así de buenas a primeras?
–¿Enserio me lo preguntas? Te agradezco la invitación, pero tu fiesta era una puta mierda.
–¿Cómo? Yo sólo quería que te lo pasaras bien… Pensé que te podría ayudar, ya que te he visto muy deprimido estos días…
–¿Y qué quieres hundirme aún más? Ahí, todos juntos, emparejados. ¿Qué pasa, queríais restregármelo en mi puta cara o qué? Todos hablando de vuestras vidas de mierda en pareja: que si boda aquí, que si hijo allí, que si hemos organizado un evento con los críos…
–Creo que estás siendo muy injusto con nosotros Thomas. Siento que mi fiesta no te haya ayudado… Yo sólo quería que te lo pasaras bien.
–¿Que me lo pasara bien? ¿Y la tía esa que me habéis traído qué? ¿Era para que me animase? ¡Oh, pobre Thomas que no tiene novia y no sabe ligar ya! Vamos a traerle alguien para que lo conozca.
–Le pedía a Aurore que invitara a alguna amiga suya del trabajo que no tuviera pareja y por eso vino Caroline. Pensé que podría ser una buena idea.
–Y una mierda. Entonces el pavo ese que ha entrado por la puerta dándose un morreo quién era. ¿Su padre?
–Ni si quiera sabíamos que iba a venir. Caroline se lo ha comentado a Aurore en la misma fiesta, no sabía que…
–¡Cállate ya por favor y vete a tomar por culo! Si quieres ayudarme, aléjate de mi vida y continua con la tuya feliz como habéis hecho todos durante estos 6 años.
–Thomas, estás siendo muy injusto con nosotros. Sólo te queremos ayudar a que lo superes.
–¿A qué supere el qué?
–Tu desaparición durante estos 6 años. Por qué te fuiste sin decirnos nada y has vuelto…
–¡Yo no desaparecí pedazo de imbécil! Yo nunca me fui idiota. ¿Lo oyes bien? ¡Nunca!
–Thomas vas borracho, pero te estás pasando de la raya. Sabes que te podemos ayudar…
–¡No podéis ayudarme si ni siquiera me creéis! Pensáis que miento y que os oculto algo, pues iros a la puta mierda y meteros en vuestra sucia cabeza que estoy muerto para vosotros…

No pudo terminar la frase. Grégoire le había lanzado un puñetazo directo a la mejilla y cayó al suelo desplomado. Por el rabillo del ojo pudo ver como su antiguo amigo se marchaba dejándole en la penumbra.


–Lárgate, y no vuelvas por aquí jamás. Ahora sí que estás muerto para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario