Thomas
encendió un cigarro y le dio una larga calada. Fumar lo ayudaba a tranquilizarse
cuando estaba nervioso. Consultó su reloj: todavía faltaban diez minutos para
que llegara. Tras guardar su móvil en el bolsillo después de haber leído por
enésima vez su mensaje, se quedó observando desaparecer el humo en el cielo
oscuro de París. Hacía frío y estaba empezando a llover, sin embargo en esos
momentos era cuando creía que la ciudad resplandecía más que nunca.
El
Moulin Rouge quedaba a su espalda y mientras que cientos de turistas se
agolpaban en la acera de delante para hacer fotos, él no pudo evitar dejar
escapar una sonrisa: había planeado con todo lujo de detalles todo lo que debía
hacer en aquella cita y sabía que nada podía fallar. Ahora tenía otra
oportunidad para demostrar a Chloé cuáles eran sus sentimientos y recuperarla
de una vez por todas. La conocía demasiado, y sabía perfectamente cuáles eran
sus gustos y qué debía decir o hacer. Siempre se apañaba para sorprenderla y
esa vez no iba a fallar, de hecho no podía fallar.
Pasaron
diez minutos y volvió a consultar la hora en su teléfono. Chloé llegaba tarde,
sin embargo, siempre lo hacía. Apuró su cigarro y lanzó la colilla al suelo.
Empezaba a preocuparse, en su interior tenía miedo de que anulara su cita. Alzó
la vista en dirección a la muchedumbre y por fin la vio. Allí, estaba ella
acercándose: llevaba un abrigo de color rojo con un sombrero de color negro. Su
cabello rizado sobresalía y se movía con el viento. En cuanto lo vio sonrió
mientras que él se quedó completamente petrificado. Creía que se había
preparado bien para aquel momento, pero se dio cuenta rápidamente que no sabía
qué hacer o decirle.
Quedó
anonadado mirándola mientras se iba acercando. Poco a poco vio que ella estaba
llorando. Intentó moverse y decirle algo pero no pudo: ella ya había llegado
delante de él. Sus ojos verdosos estaban llenos de lágrimas y con solo mirarlos, notó que ella había necesitado verle durante todo aquel tiempo.
– Chloé...
A
pesar de su valor, no pudo decirle nada más. Chloé le había pegado una bofetada
y acto seguido le abrazó. Actuó por reflejo y la cogió entre sus brazos
mientras le daba un beso en la mejilla.
Tras un rato callados, ella se separó instintivamente y le
dio dos besos en cada mejilla. Thomas enrojeció.
– Me parece increíble volver a verte Thomas. No
sé, pero todavía no lo puedo creer. ¿Qué han pasado: 6 años? Parece que sigues
igual que la última vez.
Thomas, se quedó observandola. Notó que sus ojos brillaban:
sabía que decía la verdad y que estaba contento de volverlo a ver. A pesar de
ello, seguía paralizado y sin poder articular ninguna palabra: sabía que seguía
enamorado de ella perdidamente.
– Vamos, no te vas a quedar callado todo el rato.
Estoy segura de que tienes demasiadas cosas que explicarme...
Notó que Chloé, a pesar de aparentar tranquilidad, hablaba
con una voz triste y entrecortada. Si ya de por sí era difícil para él, no
quería ni imaginar por lo que estaba pasando ella.
– Perdóname... Ha pasado mucho tiempo, y creo que
me he quedado paralizado al verte.
– ¡Pues no me hagas esperar más! Vamos a movernos
o cogerás frío...
– Sí claro... He reservado en un restaurante un
poco más arriba de la calle. ¿Me acompañas? Creo que será mejor que hablemos en
un lugar más tranquilo...
Empezó a caminar de forma automática hacia la rue Lepic.
Aquella calle salía de la plaza Blanche donde se situaba el Moulin Rouge y
subía tortuosamente por la montaña de Montmartre. En ella había bastantes cafés
y restaurantes y a Thomas le encantaba perderse entre aquellas callejuelas
tortuosas. De alguna manera pensaba que el barrio de Montmartre era un pueblo
completamente diferente dentro de la ciudad.
Empezaron a hablar de cosas bastante banales. Chloé le
preguntó qué tal le estaba yendo el trabajo y si se adaptaba bien, después por
su familia y finalmente qué tal estaban sus amigos. A Thomas le parecía
bastante estúpida la conversación. En otro tiempo con solo de mirarse ya
habrían sabido cómo estaba el otro. Ahora, parecían dos completos desconocidos
que quedaban por primera vez. Sin embargo, el hablar con ella le hizo sentirse
mejor y fue ganando confianza poco a poco.
Al cabo de 5 minutos llegaron al restaurante. No era la
primera vez que iban a aquel sitio y Thomas recordaba perfectamente que a Chloé
le había encantado. Es por ello que no había dudado en cogerlo.
– Recuerdo que una vez vinimos aquí Thomas. Hacía
poco que habíamos empezado a salir juntos.
– O sea que lo recuerdas...
– ¿Cómo no me iba a acordar de ello? Sabes que
tengo buena memoria...
El camarero llegó y Thomas pidió un vino rojo. Le vendría
bien a los dos para retomar la confianza
perdida.
– ¿Entonces cómo va tu vuelta a la realidad? – Le
preguntó Chloé mientras ambos empezaban a comer.
– Bueno, es un poco duro. Me cuesta un poco
adaptarme a esta situación. Pero poco a poco va mejorando la cosa.
– Entiendo. No debe ser fácil llevar desaparecido
6 años y volver a tu vida real–. Thomas se preguntó si Chloé estaba siendo
sarcástica con él. Dudó un instante, pero sabía que no era su estilo. –
Tranquilo Thomas, lo digo seriamente. Muchas veces me pregunté que hice mal
para que desaparecieras.
– Lo siento Chloé. No era mi intención hacerte
daño. Sabes que estaba muy enamorado de ti, pero...
– ¿Pero y qué? Aun no me has explicado que has
estado haciendo todos estos años. Mathieu me comentó que habías hablado con él
y que tenías amnesia o algo así. Pero no sé, confiaba en que me lo pudieras
explicar.
Chloé lo miraba fijamente con sus ojos verdosos. Thomas se
atragantó con la comida. Se sentía abrumado con tanta pregunta, pero debía
encontrar respuestas de la nada si de verdad quería recuperarla.
– No sé Chloé... Tengo muchas lagunas en mi
cabeza. Me acuerdo perfectamente de aquella noche. Fue la más importante de mi
vida. Debíamos irnos a vivir juntos y de repente me encontré solo y sin saber
justificar nada.
– Eso no ayuda Thomas. Ya sabes que te quise
mucho, y supongo que tu familia ya te ha contado todo lo que pasó después...
– Sí, me lo explicaron todo y es por eso que se me
hace difícil de darte una respuesta creíble.
Thomas la miró a la cara. Sabía que no lo creía y que iba
mal la cosa. A pesar de tener la misma edad la veía mucho más mayor que él en
todos los aspectos. El tiempo la había hecho madurar. Él sin embargo estaba
exactamente igual.
– Si te dijera que para mí el tiempo no pasó
aquella noche no me creerías.
– Thomas, sabes perfectamente que eso no es
posible. Pero no te preocupes, seguro que algún día podrás recordar lo que
pasó.
– No, no es eso. No creo que tenga amnesia. Hay
algo que no entiendo, que se escapa a mi conocimiento, que no se puede expresar
con simples palabras.
– Thomas. No hace falta que te justifiques. Pero
no me mientas más por favor.
– Nunca te he mentido Chloé. Da igual, no vamos
hablar de esto. ¿Cuéntame cómo estás tú? Eso es lo que me importa ahora.
– Siempre tan directo Thomas. Habrán pasado los
años y no te acordarás de las cosas. Pero sé que eres el mismo chico que antes
y el saber que no has cambiado me hace feliz.
A partir de ese momento la cita empezó a remontar y
empezaron a hablar distendidamente. Chloé le explicó casi todo lo que había
pasado desde entonces y parecía que iba recobrando la confianza que había
perdido. Todo iba viento en popa y Thomas cada vez estaba más contento. Estaba
convencido que la podía recuperar y oírla volver a reír hacía que se sintiese
en las nubes.
Había soñado muchos días con aquel momento. Con el hecho de
poder recuperar las cosas que hacías juntos, abrazarla y oler su pelo. Sin
embargo, había una cosa que su mente había encerrado y que quería olvidar para
siempre: el día que la fue a ver, había otro chico en su casa con ella. Se dijo
a si mismo que sería algún novio que tendría y que desde ese mismo día lo iba a
dejar. Ahora bien, no tenía el suficiente valor para preguntarle si aquello era
verdad.
Acabaron la cena y ambos salieron del restaurante. Thomas le
propuso dar un paseo por los alrededores de Montmartre a lo que ella aceptó
gustosamente. El cielo estaba cubierto pero la atmósfera era fantástica. No
hacía mucho frío a pesar de ser noviembre y podían disfrutar de una noche
templada. Pasaron la plaza de Abbesses y se sentaron en un banco próximo.
– Thomas, me suena este sitio...
– Sabía que me dirías eso. Tienes buena memoria y
por eso te he traído aquí.
– No has cambiado nada Thomas.
Chloé miró con melancolía a su izquierda: un mural de color
azul oscuro se alzaba delante de ella. Sobe él, estaba trazada con un color
blanco la frase “me gustas” en muchos idiomas. Ella bajó la cabeza. De algún
modo esperaba que aquella situación fuese a ocurrir.
– Sé perfectamente que estás pensando Thomas...
Pero no puede ser...
Thomas quedó petrificado. Pero se recompuso e intentó
reaccionar.
– Sé que te encantaba este sitio y supuse que
sería una buena idea traerte aquí.
– Te conozco mejor que nadie Thomas y sabes
perfectamente que este es el sitio donde nos besamos por primera vez.
– Tienes buena memoria Chloé... –Thomas se acercó a ella y la abrazó. Acercó
su boca a la oreja de ella y empezó a susurrarle. – Seguro que te acuerdas
perfectamente de lo que te dije aquella vez. Mis sentimientos por ti no han
cambiado. Te sigo queriendo como el primer día...
Acto seguido empezó a besarle en cuello mientras la
abrazaba. Poco a poco se fue acercándose a ella. Necesitaba besar sus labios.
Pero cuando lo intentó, ella le cogió dulcemente de la barbilla y le apartó de
su cara.
– Thomas. No has cambiado nada pero te he dicho
que no puede ser. Me sabe mal decírtelo así pero lo nuestro acabó hace mucho.
Thomas no reaccionó. Habían golpeado fuertemente su corazón
y éste se empezaba a resquebrajar. ¿Qué había podido ir mal? Él todavía la
quería...
– Chloé. Pueden que hayan pasado 6 años. Puede que
no me acuerde de nada. Puede que desapareciese sin querer... Pero debes saber
que te sigo queriendo...
– Thomas, para por favor. No hagas más difícil
esto...
– Te quiero
tanto como desde el primer día. Aunque el cielo se cayera, aunque el tiempo se
detuviera en un instante. ¡Sabes que te querré siempre!
Se había exaltado mucho y estaba gritando. Chloé empezó a
llorar en silencio y eso hizo que se sintiera aún peor.
– Sólo quiero que sepas que no te olvidé nunca
Chloé...
– Y yo tampoco Thomas. Te esperé durante mucho
tiempo. No te llegas a imaginar cuánto.
– ¿Entonces por qué no puede ser Chloé? Puede que
nos hayan robado 6 años juntos pero somos jóvenes todavía. Podemos recuperar el
tiempo perdido. ¡Podemos ser felices juntos!
– No entiendes nada Thomas... Te crees que por
desaparecer y regresar de entre las sombras todo es tan fácil. Que todo
continuará igual.
– ¿Y eso que más ya da ahora? Lo importante es que
estoy aquí. Que estamos juntos. Que no te he olvidado en todo este tiempo.
– ¡Eres un completo egoísta Thomas! ¿Te crees que
puedes desaparecer y reaparecer a tu antojo cuando quieras? ¿Qué voy a estar
siempre esperándote? ¿Qué todo seguirá igual que cuando tú lo dejaste? No
Thomas no. Las cosas no son como tú te crees.
– Me abandonaste y tuve que rehacer mi vida. ¿Es
que no lo entiendes que no puedes reaparecer así como así? – Chloé estaba
llorando amargamente y apenas podía mirarle a los ojos. Thomas no se esperaba
aquello, no sabía reaccionar.
– Lo siento Chloé. Lo siento mucho...
Thomas la abrazó y puso una mano sobre su pelo. Se acercó a
ella y le dio un beso en la boca. Así como sus labios hicieron contacto, ella
se apartó rápido y le clavó una bofetada. Thomas se llevó la mano a la mejilla:
el golpe le escocía de dolor y su corazón había sido atravesado rompiéndose en
mil pedazos.
– ¿Se puede saber qué haces Thomas? ¿Por qué me
besas? ¿Te crees que un beso arreglará toda la mierda que hiciste? Te he pedido
que me respetases y ni siquiera dándote una oportunidad para explicarte lo has
hecho. ¡Vete a la mierda Thomas!
Chloé se levantó y se dirigió a la parada de metro pero
Thomas la cogió de la mano y la retuvo.
– Yo te quiero Chloé. Yo siempre te he querido.
Seguro que hay algo que puedo hacer...
Ella le apartó violentamente y se le mostró su mano
izquierda extendida. Thomas se dio cuenta que llevaba un anillo plateado en su
dedo anular.
– ¿Ves esto de aquí? Esto es una prueba de alguien
que me quiere de verdad y que no va a desaparecer sin decirme nada como una
sabandija. Esto me lo dio alguien que nunca me abandonará como lo hiciste tú. Esto
es a lo que estoy atada y por lo que daría mi vida.
– No puede ser... ¿Estás casada?
– Sí, Thomas. Me casé hace 4 meses y no lo has
querido ni ver a pesar de que ya viste a mi marido la noche de tu aparición
majestuosa. No me has preguntado nada sobre ello y encima pretendías que te
diera un beso. ¿Pero tú de que vas?
Thomas cayó de rodillas al suelo. Aquella no era ya su
Chloé... Se quedó mirándola como se alejaba dirección al metro sin poder
articular una palabra. Antes de entrar en la boca Chloé se giró y miró al chico
que una vez había tanto querido.
– No me vuelvas a contactar más Thomas, te lo
ruego: olvídame. En unos meses seremos uno más en la familia y se me sigues
contactando mi marido te denunciará... Hasta nunca Thomas.
Thomas la observó internarse en la boca del metro. Sintió
que la lluvia lo empezaba a golpear y notó que alguien lo miraba antes de
desplomarse inconsciente en el suelo.
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